Un Sevillano en Benidorm 6

A los pocos días, no sé cuántos fueron, los de las maniobras se marcharon de la isla y por fin nos quedamos otra vez solos.
Nosotros nos alegramos un montón.

Primero, porque la presencia de tanto mando era un pelín desagradable y no te podías mover con tranquilidad sin tener que estar todo el tiempo saludando, nos iba a salir “codo de tenista”.

Segundo, porque durante las maniobras, nos habían quitado nuestro barracón para dárselo a otra gente que venía de Zaragoza, y nuestro destacamento tenía que dormir al raso, en una especie de tiendas formada por unos ponchos triangulares y unos palos, que costaba un mundo montarlas y se dormía fatal.

Y tercero, porque todo volvía a la normalidad y podíamos seguir trabajando, cogiendo pulpos para comer y emborracharnos casi todas las noches en la cantina de la isla.

He de contaros que la isla de Cabrera, tenía un guarda “Payes” que vivía permanentemente allí. Según nos contó un día, el tío hizo la mili en el CIR y también estuvo trabajando allí y de alguna manera solicito quedarse en la isla sustituyendo al antiguo “payes”.

Bueno, pues ese tío tenía una hija, que pasaba las temporadas de verano con él.

La niña, que no era tan niña, siempre estaba en la zona del embarcadero, junto a la cantina, y claro, siempre había por allí algún buitre acechando para ver de qué manera se acercaban a ella.

Cosa que no era difícil, porque la dichosa niña tenía fama de ser ligerilla de cascos, o sea, más caliente que el vespino de un hipi.


Claro, que de eso, yo me entere cuando ya nos habíamos ido a nuestro cuartel.

No es una cosa que me guste contar, pero tengo que hacerlo.

Por lo visto a la tal niña, se la habían tirado todos, o casi todos, los del destacamento de Zapadores, menos yo.

Se puede ser más pringao?

Nuestros días transcurrían, entre el trabajo, las excursiones a calas vírgenes, donde el agua era turquesa y transparente, sin nada que envidiarle a las playas del Caribe, y por supuesto nuestras tardes en la cantina hasta que anochecía.

Una de esas noches, cuando ya me quedaban solo tres meses para licenciarme, ocurrió lo que podía haberme costado muchos días de calabozo.

Teníamos algunos bisas con nosotros, los cuales disfrutaban de una estancia muy placentera y sin casi trabajar.

En una semana estarían de vuelta en Palma y recogerían “la blanca” para ser de nuevo civiles.

Había uno, de Barcelona, que tenía atemorizados a los reclutas que nos mandaban,  y a más de uno de mi reemplazo.

Era un chulo y además de los que decía que ya le daba igual todo, que para una semana que le quedaba, no pensaba trabajar y que los reclutas estaban para pagarle a él los cubatas y calimochos que se tomara, hasta que se fuera licenciado.

Esa noche, cuando volvíamos hartos de cubatas, andando hacia el barracón donde dormíamos, se pegó todo el camino insultando a los reclus, hasta el grado de la humillación.

Una vez en las camaretas, el tío siguió con la misma cantinela y los  “5 magníficos” nos mirábamos con cara de desacuerdo pero sin hacer nada.

Era verdad que nos tenía un pelín acojonados.

Antes de acostarnos, fue a los baños que estaban fuera del barracón y yo aproveche para seguirlo hasta allí.

Confieso que, si llego a estar sereno, no hubiera hecho esto.

Empecé a decirle que no me parecía bien lo que estaba haciendo con los reclus y que ya estaba bien de humillarlos.

Que lo que tenía que hacer, era pasar esos seis o siete días hasta que se fuera, con tranquilidad y procurar no tener problemas.

El tío, en vez de tranquilizarse, me cogió por el cuello y me amenazo con darme una paliza, si no dejaba de tocarle los cojones.

Al principio me acojone un poco, pero no iba a permitir que siguiera con esa actitud de cabron resentido.

Lo cogí por el cuello y le pegue dos o tres hostias bien dadas, lo levante del suelo y con su cabeza partí por lo menos seis o siete espejos de los que estaban encima de cada lavabo.

Estando con él en el suelo dándole porrazos, llegaron los demás compañeros, seguidos del Sargento de la IMEC.

Había sangre por todos lados, muchos cristales rotos por el suelo.

La sangre no era mía, ni una gota.

Sabía que me iba a caer una buena, y me arrepentí mil veces de haber hecho aquello, pero ya estaba hecho.

A la mañana siguiente, llego a Cabrera el barco que nos traía las provisiones y vi como el colega, vestido de bonito, se montaba en el barco y se lo llevaban a Palma, una semana antes de tiempo.

Todos los compañeros, habían hablado esa misma noche sobre el asunto y decidieron hablar con el Sargento, para que en el parte diario no hiciera constar lo sucedido.

No fue difícil convencerlo y  aquel altercado no saldría de la isla.

De sobra conocían, incluido el Sargento, la mala leche del colega catalán y se alegraron de lo ocurrido, ahora  estaríamos más relajados.

Recuerdo que las novatadas, a los reclus que hacían bisas a nuestro reemplazo, fueron muy light, y consistieron en despertarlos a media noche, irnos al campo y allí ponernos todos ciegos a base de calimocho.

Aun nos quedaban dos meses de mili y la mayoría habíamos acumulado días de permiso por trabajos en la isla.

Si no recuerdo mal, por cada tres o cuatro días de trabajo, acumulabas uno de permiso, y además ganábamos más que cualquier soldado.

Por aquellos entonces se cobraban 610 Ptas. al mes y nosotros, los conductores y maquinistas, cobrábamos mucho más, aunque no recuerdo la cifra exacta.

Por eso, el día de cobro, éramos los reyes de la cantina.

Bien hecho Leon, habia que hacer justicia de alguna manera y se acabaron los abusos

con dos coj.... , si señor ¡¡¡ las cosas justas son justas y ese mamón necesitaba urgentemente que alguien le pusiera las pilas , como siempre buena batallita .

a pique de un repique Leon...

por mas y menos Consejo de Guerra, pero mas vale un vez colorado...que dos cientos amarilla.

alli en la B.P. y T. 29 Cia. a mi tambien me toco poner en su sitio a un listo que se creia el Rey del Mambo, el sujeto llevaba ya nueve meses mili cuando yo llegue y se dedicaba a putear a todos los reemplazos.

era un "perro solitario" que siempre andaba pidiendo desde cuchillas de afeitar hasta tabaco y si no se lo daban te pillaba la vuelta y te lo quitaba, un dia le coji rebuscando en mi taquilla y de buena forma le dije que por favor no me registrara la taquilla, le volvi a pillar otra vez y a la tercera vez cuando le vi le meti una patada a la puerta de la taquilla y le pille la mano dentro... una ruina...ya me veia en Illetas, se le hincho la mano y el fulano gritaba como un poseso, salio huyendo para el Botiquin y cuando volvio con la mano vendada hasta la muñeca se fue para su catre sin decir ni pio.

ya no volvio a meterse con nadie, sus compañeros de reemplazo no querian saber nada de el.

estube toda la noche pensando en el incidente, nunca antes habia tenido ningun problema con nadie y al final no me ocurrio nada, el "perro solitario" dijo que se pillo la mano con la puerta de la letrina. se pego un mes rebajado de servicios tirado en el catre leyendo novelas de Marcial Lafuente Estefania.

ese fue el unico y desagradable incidente que tube durante todo mi SMO.

Leon, por estos lares decimos:

mas caliente que los palos de un churrero.

Yo tuve solo un enfrentamiento y fue muy suave , nada mas llegar después de la jura y todavía vestido de verde, no se si recordáis ponían los servicios colgados en la pared del barracon en la Plana Mayor ,pues estaba mirando a ver si me había tocado algo y llego un chulito al cual llamaban "tronco"(de Vallecas ,creo) y con un encendedor le pego fuego a la hoja, lo apague de un palmetazo y volvió a repetir la acción , yo volví a apagarlo y le cogí la mano del mechero y le dije .. "voy a mirar si tengo servicio , cuando yo acabe le pegas fuego al cuartel entero si quieres, entendido ??? " su contestación "vas a rapar, bulto ,me vas a limpiar las botas cada día , ves preparando betún ¡¡¡ " ni le conteste , toda la chulería se le quito cuando me vio vestido de camarero, el señor Tronco era un cliente habitual de la ventanita trasera del Imperio y tenia allí una cuenta pendiente que no os podéis imaginar, ademas de venir a pedir tabaco cada dos por tres , sabia que nosotros siempre llevábamos un Winston americano en el bolsillo y eso era un pasaporte en la mili , todo el mundo era amigo tuyo.

Otro "peazo" de artículo lleno de historía y vivencia. Por suerte en el CIR (Plana Mayor) no tuvimos que enfrentarnos a este tipo de tipos. Alguna cosa hubo, claro, muchos meses juntos y dispares personas. Pero en la mayoría de los casos se zanjaban con "simples recomendaciones".

Todos necesitábamos un poco de todos. De la gente del Hogar, de cocina, de duchas, de intendencia, y como en mi caso, era mejor que no se me "olvidara" pasar a la firma un permiso. Cada uno teníamos nuestra parcela de poder y había que repetarlo.

Además, quedaban las imaginarias, patrullas, guardias y a nadie le apetecía que se la devolvieran con "terceros" puestos.

Pues es verdad , no recuerdo yo ninguna pelea en mi estancia y si la hubo desde luego no se le dio bombo ninguno, quedaría entre los dos , por otra parte, supongo que en el caso que se hubiera producido un altercado de ese tipo los mandos hubieran actuado de forma contundente.